BITACORA DE UN SALESIANO

De Dios venimos y a Él volvemosLa señora quería confesarse. No le pregunté por su edad, pero calculé que estaría cercana a los setenta años. Era evidente que había llevado una vida de estrechez económica aguda.

Me contó que había acudido al médico por una dolencia. Sin embargo, este le había detectado una seria insuficiencia cardíaca que la colocaba en alto riesgo. De hecho, ella sentía un fuerte dolor en el pecho más otros síntomas peligrosos.

Me dijo que no quería someterse a ninguna operación. – Ya viví lo suficiente; he servido al Señor; cuando él quiera, estoy dispuesta- me dijo. Su voz no tenía nada de trágico ni de heroico. Me lo decía con firmeza y naturalidad.

¿Qué le iba a decir yo? Para mis adentros, la admiré. Cómo me gustaría llegar al final de mi vida con esa naturalidad desarmante.

Esa anciana pobre, sumamente delgada por las evidentes privaciones de su vida trabajosa, me daba una lección límpida: La vida tiene un comienzo y un final; hay que vivirla con responsabilidad y gratitud; cuando se aproxime el final, se acepta como una fase esperada.

Nunca he entendido ese encarnizamiento terapéutico a que se ven sometidos los pacientes en fase terminal por parte de los parientes. Estos quieren demostrarle su  cariño prolongándole el sufrimiento.  Ese proceder es inmoral. ¿A título de qué martirizamos a un ser querido multiplicando innecesariamente sus terribles dolores?

¿Por qué será que nos cuesta tanto aceptar la muerte, la nuestra y la de los demás? La compasión por el enfermo terminal debería implicar el dejarlo morir con dignidad.

Es un espectáculo denigrante ver a un enfermo terminal atado a un lecho, con tubos insertos en todos sus orificios corporales, en un intento desesperado por retener la vida que se escapa.

Cuando leí que el cardenal Carlos Martini prohibió que le practicaran intervenciones quirúrgicas en la fase terminal de su enfermedad, me alegré. Pidió que solo le suministraran medicamentos atenuantes del dolor mientras le llegaba la muerte.

La medicina moderna ha evolucionado de tal modo que puede retardar indefinidamente el momento de la muerte. Se considera eso como un avance. En realidad, es una crueldad.

Ojalá Dios me conceda la gracia y fortaleza de aceptar mi muerte con corazón agradecido por el don de la vida.

De Dios venimos y a Dios volvemos.

Vaticano / imagen disponible en línea. Un nuevo estremecimiento en el Vaticano: maniobras sucias en el manejo de sumas ingentes de dinero en su banco. Este tipo de maniobras de parte de los grandes bancos del mundo son tan frecuentes que ya se han vuelto lugar común. Pero que el escándalo estalle en el Vaticano, eso corre como relámpago por todo el mundo. Peor todavía cuando el de la foto es un prelado con cara de piadoso.

¿Dónde estás Señor... ?Aquel hombre pidió confesarse. Faltaban minutos para empezar la misa. Le dije: - Si es breve, lo confieso ya; de lo contrario, tendrá que esperar que termine la misa. Me dijo que esperaría porque necesitaba hablar conmigo por lo largo.

Hermanas de la Resurrección. Son alegres, pero con una alegría espontánea, no estereotipada. Rezan, no con fórmulas cansinas, sino como quien conversa con Dios. Cantan con toda el alma, como una sola garganta, con voces perfectamente afinadas. Saludan con la ingenuidad iluminada en el rostro.

Adoración de la cruz. Viernes santo. Debo presidir la celebración en la comunidad indígena qeqchí Tontem, perteneciente a Carchá, en Guatemala. En un resistente pick up viajo por media hora sobre una excelente carretera que serpentea entre cerros cubiertos de intenso verde vegetal. Otra media hora corresponde a un estrecho camino de piedra que se va haciendo cada vez más complicado en subidas y bajadas a la mínima velocidad.

Fotografía disponible en Google Imágenes. Vatileaks, pedofilia, rivalidades al más alto nivel, movimientos económicos opacos… La prensa internacional ha encontrado un filón de primera para su insaciable avidez de ventilar escándalos. Sobre todo, tratándose de una institución de enorme prestigio histórico y moral.