BITACORA DE UN SALESIANO
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Yo, sentado en silencio en la sede, mientras la Hermana leía la primera lectura de la misa. De pronto veo al animalito atravesando la capilla con paso ondulado y suave,
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Con frecuencia voy por la mañana al cercano colegio de las Hijas de María Auxiliadora para celebrar la misa a las alumnas. A mitad de los escasos trescientos metros
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Nueve horas en carro recorriendo 400 kilómetros, con sabias pausas saludables, valieron la pena. Era el largo viaje desde San Salvador, en El Salvador, hasta
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La señora, de condición humilde, se sienta frente a mí para su confesión. Se quita la mascarilla en señal de respeto. – Tengo cáncer, me dice tranquila, como quien cuenta que tiene un resfriado. Con voz serena me manifiesta que no tiene ningún pecado grave, pero que quiere contarme su vida pasada.
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Un domingo cualquiera a mediodía, al pasar por el jardín de la parroquia, me sale al encuentro un hombre joven, alto, con el rostro sombrío. Me preocupé, pues no imaginaba sus intenciones.
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Su fina voz era apenas audible. Tuve que pedirle que me repitiera sus palabras. El niño, de unos nueve años, hizo el esfuerzo. Con la vista baja me confesó que había pensado pasarse a la mara.
Me quedé sin habla. ¿Qué le podía decir yo? En su casa son tres hermanos que viven en permanente conflicto. Sus papás no se preocupan por fomentar la concordia familiar. El niño está cansado del ambiente opresivo en la familia.