El gran problema actual ante el aluvión de información de todo tipo que nos envuelve es el escaso sentido crítico... Así se titula una noticia que ha corrido recientemente por internet. El título provocativo cae como piedra en un lago originando círculos concéntricos. El resto del texto parece tener menos importancia: que es un pedacito de pergamino con unas cuantas frases en idioma copto; que es parte de un evangelio apócrifo, de esos que proliferaron en los primeros siglos del cristianismo; que este texto fue escrito alrededor de 800 años después de Cristo.

Lo más divertido es la pretensión de sacar conclusiones revisionistas de la doctrina y prácticas cristianas. Cito: "Esto reabre dos debates a la vez: el del celibato en el clero y la posibilidad de que las mujeres puedan ejercer el sacerdocio igual que los hombres en la Iglesia." Como si los evangelios apócrifos fueran el criterio para trazar vida y doctrina en la iglesia.

Esto me recuerda el alboroto ocasionado hace unos años con la aparición de las novelas de intriga de Dan Brown. A muchos cristianos esas novelas les resquebrajó su fe. "Lo dice Dan Brown". Y ni siquiera se les ocurre pensar que Dan Brown es un novelista con una fantasía desbordada que supo cocinar hábilmente imaginaciones con sabor histórico mezcladas con temas supuestamente bíblicos en un relato digno de una película de suspenso.

Pasa también con las películas. Las escenas de la famosa película La Pasión llegaron a tener más credibilidad que los textos del evangelio. –Es que lo vi en la película, comentan con ingenuidad.

El gran problema actual ante el aluvión de información de todo tipo que nos envuelve es el escaso sentido crítico de muchísimas personas. Si aparece en internet, es verdad indiscutible. Si se lee en el periódico, su veracidad está garantizada. Si un comentarista lo afirma en televisión, goza de absoluta credibilidad.

Se nos olvida que quien escribe en un periódico o habla en televisión o echa a rodar temas en internet son personas con visión limitada. Por muy preparados que estén, tienen una visión ideologizada que limita su capacidad de ver la totalidad de la verdad, con frecuencia escriben o hablan bajo presión del tiempo y no han podido confrontar la veracidad de lo que afirman. Sin hablar de aquellos que a sabiendas inflan las informaciones, tergiversan los contenidos, mutilan los hechos.

Se da el caso curioso de fieles cristianos que se ponen en actitud de desconfianza frente a la voz de la iglesia porque, para ellos, hay más credibilidad en un periodista de hábil pluma o en un programa ligero de televisión.

Nos va bien acercarnos a las fuentes de información con una pizca de escepticismo. Es decir, no bebernos a grandes tragos el río revuelto de noticias o libros o discusiones. Es saludable partir de la sospecha de que no todo lo que brilla es oro. Hay gente o instituciones que nos quieren vender gato por liebre. Hay que aprender a abrir mucho los ojos. Y los oídos.

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