Misiones en Carchá. Acostumbro ir a la misión salesiana en Carchá, Guatemala, en ocasión de cada semana santa. Es para mí una experiencia espiritual tonificante. Es como volver a mis raíces sacerdotales, pues allí viví mis mejores años de sacerdocio.

Este año se repitió la oportunidad. Las ocho horas de viaje desde San Salvador las vivo como una aventura. Sobre todo, las tres últimas, cuando voy subiendo la montaña para sumergirme en el verde mundo de Verapaz.

Me habían asignado las celebraciones litúrgicas en cuatro comunidades indígenas: Setzimaaj, Sejalal, Raxnam y San Juan Bosco.

Hablaré de mi contacto con la comunidad de Setzimaaj el jueves santo. Las otras tres comunidades siguen más o menos el mismo patrón social.

Viajar a Setzimaaj implicaba veinte kilómetros de buena carretera y cuatro más de camino de grava. Condiciones casi óptimas, si se comparan con los viajes de los días siguientes.

Esta es una aldea qeqchí compuesta por doscientas familias: cien católicas y las otras cien repartidas en distintas denominaciones protestantes.

Al llegar, descubrí con sorpresa, pegado a la pared interna de la pequeña iglesia, un cartelón verde en el que aparecían escritos ordenadamente los nombres de todas las personas que tienen asignados diversos servicios en la comunidad.

Esos datos me impresionaron. Entendí que estaba en una comunidad cristiana muy cercana al modelo de comunidad impulsado por el Concilio Vaticano II.

En primer lugar figuraban los nombres de los ocho responsables de la comunidad. Luego seguían los nombres de los integrantes de dos mayordomías: once en total. Un comité económico estaba integrado por cinco personas.

Cinco ministros de la eucaristía, hombres y mujeres, más nueve dirigentes de dos organizaciones piadosas (Corazón de Jesús y Rosario) se encargan de estimular la piedad en la comunidad.

Cinco jóvenes han asumido la conducción de la pastoral juvenil local. A ellos hay que añadir otros once jóvenes misioneros, última iniciativa pastoral que está tomando fuerza en la parroquia salesiana.

La pastoral familiar está estructurada en seis sectores, cada uno con un responsable a la cabeza.

Dos grupos musicales animan la misa, cuando la hay, y las celebraciones dominicales de la Palabra. El primer grupo cuenta con doce músicos y cuatro cantoras; el segundo, con diez músicos y cuatro cantores. Me explicaron que no hay rivalidad entre ellos, sino que trabajan en armonía.

Las cien familias católicas están desparramadas en sus propios terrenos de cultivo. Para una eficaz atención pastoral, han sido organizadas en nueve comunidades: San José, Niño Jesús, Guadalupe, Domingo Savio, María Auxiliadora, Don Bosco, San Juan Diego, Corazón de Jesús y San José.

La aldea Setzimaaj cuenta con dos escuelas, un instituto de secundaria, un centro de salud y luz eléctrica. Falta el servicio de agua potable. Cuatro microbuses ofrecen transporte a la ciudad de San Pedro Carchá, cabecera municipal.

La población cultiva el maíz y el frijol como alimentos básicos. Se produce café y cardamomo como productos comerciales.

La vida interna de la comunidad se expresa totalmente en la lengua qeqchí. El español es usado de forma rudimentaria para las relaciones con los no indígenas.

Esta abundancia de personas comprometidas con la comunidad, noventa en total, es índice elocuente de una saludable cohesión social y de una madurez cristiana, en la que los laicos llevan la voz cantante.

Con esta descripción de la organización de la comunidad cristiana de Setzimaaj es fácil imaginarse la impresionante calidad de la celebración litúrgica del jueves santo.

Compartir