José Guillermo Ramírez y Cristian Adolfo López, salesianos de Centroamérica que respondieron a la vocación misionera. Queridos hermanos y amigos: hoy me he atrevido a escribirles estas palabras, pero dirigidas con gran alegría desde el Colle Don Bosco, aquí, donde nuestro carisma ha nacido, y, por lo tanto, cada uno de nosotros también. En este momento me encuentro con hermanos provenientes de los cinco continentes, junto a quienes estoy participando del “Curso para nuevos misioneros”.

Hace nueve meses emprendí el viaje desde nuestra querida Centroamérica hacia mi nueva tierra de misión: la República Democrática del Congo (RDC), en lo más profundo del corazón de África. Este camino inició hace varios años, cuando nace la inquietud misionera, fruto de la lectura de las hazañas de grandes misioneros, y también del testimonio de hermanos nuestros que en los últimos años también han respondido a esta bella y peculiar llamada que es la misión “ad gentes, ad vitam, ad exteram”.

Es así, que al iniciar la fase formativa del posnoviciado di comienzo al proceso de discernimiento para conocer esta vocación, y procurar hacer una revisión y purificación de mis motivaciones. Al finalizar el posnoviciado, el año 2018, acompañado del director espiritual y mis formadores decidí presentar mi carta al Rector Mayor, dejando clara mi disponibilidad para ir a las misiones. La respuesta no llegó inmediatamente, sino hasta el año 2021, tras haber iniciando el tercer año de tirocinio. Hasta ese momento recibí la noticia de que sería enviado en la expedición 152, y que mi destino sería la RDC, a donde llegué el 14 de enero de este año.

Actualmente me encuentro en la ciudad de Lubumbashi en el colegio San Francisco de Sales Imara. Es aquí, en medio de los hermanos y jóvenes congoleses que he empezado a dar los primeros pasos de esta aventura de Dios en esta bella tierra africana.

Los primeros meses los he dedicado sobre todo al aprendizaje del francés, la lengua oficial de la RDC, a conocer a los hermanos y buscar espacios de encuentro con los jóvenes y personal del colegio. He de decir que en cada circunstancia he encontrado brazos abiertos, palabras de bienvenida y preguntas curiosas como: ¿de dónde vienes?, ¿por qué has venido aquí?, ¿hasta cuándo estarás con nosotros? Estás son ciertamente preguntas sencillas, pero que, en grado sumo, también son interpelantes, y cuyas respuestas a veces me da miedo responder en voz alta: “porque siento que esto es lo que Dios quería para mí”, o, “espero permanecer aquí el resto de mi vida”.

Conforme pasan los meses empiezo a vislumbrar la punta del iceberg respecto a algunos valores de la cultura congolesa: la vida, la familia, la amistad, el tiempo expresado en la vivencia del aquí y el ahora, la música y la danza. Conocer esta nueva cultura es un proceso lento y profundo, que requiere de escuchar, observar, compartir y sobre todo ser paciente. Aún queda mucho por aprender, pero como dicen en África: “tú tienes el reloj, nosotros tenemos el tiempo”.

Para concluir, quisiera expresar mi agradecimiento a mi familia, a mis hermanos salesianos de nuestra bella inspectoría Divino Salvador, a tantos jóvenes y amigos que han hecho camino junto a mí. A todos, los llevo en la oración, que Dios les bendiga, y por favor, oren por mí.

 

Colle Don Bosco 16 de septiembre de 2022

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