“Yo no soy el Cristo” Jesús dice, “Yo soy la luz del mundo”; “Yo soy el pan de vida”; “Yo soy la puerta”; “Yo soy el buen pastor”, y otras. “Yo soy” es una frase que se deriva del nombre de Dios tal como se le revela a Moisés en el Éxodo 3:14.


Juan el Bautista, como otros profetas, es enviado de Dios.

Juan “vino por testimonio, para que diera testimonio de la luz, para que todos creyeran por él”. “Testigo” (griego) significa testimonio, mártir.

Los sacerdotes y levitas de Jerusalén le preguntan “¿Tú, quién eres?” Juan niega que es el Mesías, Elías, o el profeta, y dice quién es: “Yo soy la voz del que clama en el desierto: Enderecen el camino del Señor, como dijo Isaías profeta”.

Le preguntan por qué está bautizando. Esto provee a Juan con otra ocasión para hablar muy bien de “el que ha de venir tras de mí” y para humillarse a sí mismo.

Juan declara que Jesús es “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Juan reafirma la naturaleza superior de Jesús como el que bautiza con el Espíritu Santo, mientras que Juan bautiza solamente con agua.

Juan no era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz. Y confiesa: “Yo no soy el Cristo”. No es Elías o el profeta. Él clama en el desierto, “Enderezcan el camino del Señor”. No es digno de desatar la correa del zapato.

¿Por qué insiste Juan en subordinarse a Jesús? Juan es bastante famoso. Juan tiene sus discípulos y Jesús los suyos, una fuente de confusión y posiblemente de rivalidad. El evangelista pone en evidencia que Juan es el enviado de Dios y deja claro que está subordinado a Jesús.

El evangelio de Juan está lleno de imágenes de juicios: se llama a los testigos, se da testimonio y el testimonio se cuestiona constantemente y es rechazado por los oponentes de Jesús, hasta que finalmente va a un juicio.

Jesús aparece como el Testigo de la revelación de Dios; él testifica de lo que ha visto y escuchado del Padre, y en apoyo de ello de ahí en adelante recurre al último testigo: el Padre, que da testimonio de Jesús a través de Juan, a través de las obras que le da a Jesús para hacer, y a través de las Escrituras del Antiguo Testamento. El proceso alcanza su fin en la exaltación de Jesús a la presencia del Padre en el cielo.

“No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz”. Queda claro lo que Juan no era. No era la luz, ni el Mesías, ni Elías, ni el profeta, ni digno de desatar la correa del calzado del Mesías. Jesús es el principal personaje. Juan solamente tiene un papel de apoyo.

“Los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas”. En este evangelio “los judíos” frecuentemente se refiere a miembros de la institución religiosa judía; los opositores de Jesús. Esto no significa que todos los judíos se oponían a Jesús. Juan es judío, los discípulos de Jesús son judíos, Jesús es judío.

Los sacerdotes y levitas eran religiosos profesionales, es decir, hombres que manejaban objetos santos y dirigían cultos santos. El hecho de que estos sacerdotes y levitas eran de Jerusalén añade otra nota fatídica, porque los oponentes de Jesús están centrados en Jerusalén, y lo matarán en Jerusalén.

El diálogo entre Juan y estos hombres de Jerusalén toma un cierto sabor de interrogación hostil. Una pregunta sigue a la otra, presumiblemente para aclarar pero realmente es para probar si la armadura de Juan tiene una grieta. Primero, y más que nada, preguntan “¿Tú, quién eres?”, Juan “confesó, y no negó; sino que declaró: No soy yo el Cristo”. Confesar, negar, confesar es una fuerte construcción verbal. Aparentemente Juan sabe que se dice que él es el Mesías, y quiere detener los rumores antes de que vayan más lejos.

Juan dice, “Yo soy la voz del que clama en el desierto: Enderezcan el camino del Señor, como dijo Isaías profeta”. Juan el Bautista prepararía el camino para que Dios llegara a su pueblo.

El segundo interrogatorio de Juan es hecho por los fariseos. La manera en que los fariseos ponen sus preguntas los hace aparecer como si esperaran al Mesías, Elías o al profeta para bautizar. El verdadero punto detrás de sus preguntas, sin embargo, es preguntar por la autoridad con que Juan estaba bautizando judíos, una práctica generalmente reservada para los gentiles que se convertían al judaísmo. “La respuesta de Juan indica que su bautismo es una preparación para la aparición del Mesías que está escondido, que ya está en medio de Israel y está por cumplir su tarea mesiánica.

Una vez más, Juan dice que lo que no es. No es “digno de desatar la correa del zapato”, una tarea insignificante que se solamente se requería de los esclavos, probablemente sólo de esclavos gentiles. Juan está diciendo que el grado de diferencia entre él y quien ya está en medio de ellos es más grande que el que está entre un maestro y el esclavo más bajo.

Tenemos que admirar el valor de Juan, porque sus inquisidores son claramente hostiles, pero Juan no hace hoyos en su testimonio sobre Cristo. Habla atrevidamente, incluso si su atrevimiento lo pone en peligro. Él es un modelo para todos lo que siguen. La iglesia como un cuerpo está llamada a testificar: ‘Nosotros no somos la luz, pero hemos venido a dar testimonio de la luz. El Mesías ha venido, y es Jesús.

Nosotros, la iglesia, estamos llamados a testificar de Cristo, con obras y palabras, en el buen tiempo y el malo, cuando nos va bien y cuando no, cuando es peligroso y cuando no lo es. Irónicamente, el testimonio de la iglesia frecuentemente ha sido más fiel cuando está bajo persecución que bajo la prosperidad.

Adaptación de https://sermonwriter.com/espanol-exegesis/juan-16-8-19-28/

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