Nos llamaremos salesianos En su habitación, Don Bosco tenía un letrero en el que estaba escrito: “Da mihi animas, coetera tolle”, (“Dame almas, llévate lo demás”). Una frase de la Biblia que solía repetir San Francisco de Sales.

 

En 1854, hablando con el grupo de jóvenes con quienes Don Bosco fundará una congregación religiosa, les dijo: “La Virgen quiere que fundemos una Sociedad. He decidido que nos llamaremos Salesianos. Pongámonos bajo la protección de San Francisco de Sales.”
Pero, ¿Quién fue San Francisco de Sales? ¿Por qué Don Bosco lo admiraba tanto y lo eligió como modelo y protector?
San Francisco de Sales fue un obispo que vivió en Annecy, al sur de Francia. Nació en 1567 y murió en 1622, unos 200 años antes que Don Bosco naciera.
San Francisco siendo sacerdote trabajó por la conversión de los protestantes que vivían en Chablais, una población ubicada en la costa sur del lago de Ginebra en Suiza. La misión fue dura, pero obtuvo muchos éxitos gracias a su trabajo incansable, su creatividad, su caridad, amabilidad y buen trato con las personas.
Escribió una serie de panfletos en los que exponía la doctrina de la Iglesia. La gente empezó a admirar su paciencia en las dificultades y persecuciones. Comenzaron a ser más simpáticos con él y a escuchar con gusto sus predicaciones, de manera que el número de los que regresaban a la Iglesia católica comenzó a aumentar.
Siendo obispo desempeñó su misión de pastor con gran generosidad y devoción. Además del trabajo administrativo de la diócesis, dedicaba mucho tiempo a predicar y confesar incansablemente.
Organizó la enseñanza del catecismo. Él mismo se encargaba de la catequesis en Annecy, y lo hacía de forma tan interesante y fervorosa, que los pobladores recordaban con cariño “el catecismo del obispo”, incluso varios años después de su muerte.
Su generosidad y caridad, su humildad y compasión eran inagotables. En su trabajo como director espiritual fue siempre bondadoso, sin caer en la debilidad. Sabía usar la firmeza cuando la bondad no bastaba.
Su bondad era extraordinaria, tanto que la gente comenzó a decir: “Si Francisco es así de bondadoso, ¡cómo será bueno Dios!”
Debido a sus sabios escritos, el papa Pío IX lo declaró Doctor de la Iglesia en 1878, llamándolo “Doctor de la amabilidad”.
Delante de este extraordinario santo Don Bosco quedaba maravillado. Era una verdadera inspiración, especialmente porque fue un auténtico pastor, maestro de caridad, trabajador incansable por la salvación de las almas.
El joven seminarista Juan Bosco, durante los ejercicios espirituales que realizó antes a su ordenación sacerdotal, hizo este propósito: “Que la caridad y la dulzura de San Francisco de Sales me guíen en todo momento.”
Escribiendo las “Memorias del Oratorio” Don Bosco declara: “El oratorio comenzó a llamarse de San Francisco de Sales... porque era una misión que exigía gran calma y mansedumbre, nos pusimos bajo la protección de este santo para que nos alcanzara de Dios la gracia de poderlo imitar en su extraordinaria mansedumbre y en la salvación de las almas. Además, para que nos ayudara desde el cielo a imitarlo en el combate de los errores contra la religión, especialmente del protestantismo que comenzaba insidioso a insinuarse en nuestros pueblos, especialmente en Turín”.
Como Iglesia celebramos a San Francisco de Sales el 24 de enero, pero en tiempos de Don Bosco era el 29 de enero. Curiosamente, Don Bosco murió el 31 de enero, dos días después de la fiesta. “Es como si san Francisco hubiera venido a buscarlo” se decía.

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