Zancos para atraer vocaciones. Cuando era pequeño, siempre quise tocar muchos instrumentos musicales, aprender trucos de magia que veía en la tele, caminar en zancos y muchas cosas más.

 

Al ejercer mi apostolado en el Oratorio Miguel Magone, un joven llegó con unos zancos. Me dije: Esta es mi oportunidad de aprender. Le pregunté si podía enseñarme a usarlos y me dijo: Claro que sí; lo primero que debes hacer es perder el miedo y si te caes, trata de que sea hacia el frente.

 

Me armé de valor, me puse los zancos, crecí 1.25 m., y empecé a caminar con ayuda del joven. El iba adelante, tomándome de las manos para no caerme. Cinco minutos más tarde caminaba sin su ayuda.

 

Con el tiempo, la familia de este muchacho me regaló mis primeros zancos. Practiqué un poco más hasta perfeccionar mis movimientos. Mi prueba de fuego fue una procesión en la que acompañé, junto a una comparsa, la urna de Don Bosco en Guatemala.

 

Este año, mi destino de misión era Quetzaltenango. Me animé a llevar mis zancos. Ya en Xela, empecé a usarlos durante los recesos de los retiros con los jóvenes de los colegios salesianos.

 

Al verme en las alturas, algunos jóvenes se acercaban a preguntarme si ellos podían usarlos. Uno que otro aprendió muy bien, alguno más se cayó, pero sin consecuencias.

 

Este experimento me permitió hablar con los muchachos. Se animaron a preguntarme sobre la vida religiosa. Alguno me comentaba sus inquietudes vocacionales, otro, algún problema que tenía en la casa. Fue entonces que entendí por qué Don Bosco aprendió todo lo que pudo durante su vida.

Compartir